La semana de gloria que cerró River el martes último todavía tenía reminiscencias en los alrededores del estadio Monumental. La euforia del público que concurrió se hacía notar en cada rincón, y la expectativa por transitar otro día de algarabía era enorme.
El presente complicado que transita su máximo rival también fue otro punto de disfrute para los hinchas, que mantienen muy cercano lo que ocurrió en la Bombonera. El envión anímico se vio aplacado, sin embargo, desde los primeros instantes del duelo ante Talleres.
Los cordobeses se presentaron con un planteo inteligente: los volantes no dejaban recibir con comodidad a los mediocampistas locales, y de esa manera se hacían rápido de la tenencia de la pelota. Una vez que la conseguían, la tocaban con precisión buscando la subida de los hombres más abiertos, para llegar al área por afuera.
La postura de River se modificó en el segundo tiempo. El equipo se adelantó unos metros en el campo, y trasladó el juego hacia el terreno de los visitantes. La falta de presencia en la zona media era el mayor déficit que había tenido, y lo corrigió con Acuña ubicándose en la zona de volantes.
El campeón del mundo se mostró como salida permanente por la izquierda, y Talleres tenía un problema para resolver. Lanzini estuvo cerca de igualar en los primeros minutos, pero su remate salió por arriba del arco.